Santiago Lena

Puerto Madryn, Argentina (1979).

 

En el año 2000 de manera autodidacta, comienza a realizar sus primeras producciones de objetos utilitarios en torno alfarero y a la vez comienza con la experimentación e investigación sobre el gres, cerámica de alta temperatura. En el año 2006 se traslada a Córdoba, donde comienza su producción aplicada al lenguaje artístico, en paralelo con la elaboración de vajilla.

Durante los últimos años dictó cursos, seminarios, talleres y charlas en diferentes espacios del país. Expuso en numerosas muestras colectivas e individuales en Córdoba, Buenos Aires y Barcelona, tanto en instituciones públicas (Museo Provincial Emilio Caraffa, Museo de las Mujeres) como privadas (Azur Hotel Boutique, Espacio Colón, Dawa galería de arte, Pasaje 17, Siesta galería de arte, Universidad Blas Pascal). 

Participó de salones, simposios, encuentros y ferias de arte. Realizó la residencia en arte cerámica “Künstlehaus Neumünster”, en Alemania durante el año 2015. Le otorgaron el 3er premio en el salón de escultura Patio Olmos en 2017. 

A fines de 2021 presenta “Lo bello y lo triste”, su primera exposición individual como artista parte del staff de Abre Galería de Arte, curada por Adriana Carrizo. A principios del año 2019 participa de la muestra “Diseño en acción” en Fundación PROA y en la muestra “La marca original” en el Centro Cultural Néstor Kirchner, ambas en CABA. En 2017 realiza “Mudanza”, muestra individual en su taller curada por Adriana Carrizo, con el apoyo de la galería El Gran Vidrio, y también presenta “Húmedo” en dicha galería. Su obra forma parte de colecciones privadas.

Realiza la vajilla de numerosos restaurantes de Argentina, como El Papagayo (Córdoba), República (Córdoba), Tegui (CABA), El Baqueano (CABA), Sacro (CABA), Aramburu (CABA), Narda Comedor (CABA), entre otros. Desde el 2016 trabaja en colaboración con Cristian Mohaded, habiendo realizado las colecciones RAZA (2016) y NUDO (2021), participando a su vez en diferentes ferias y muestras de diseño.

Statement

Gran parte de mi obra, se construye con los elementos que surgen del proceso de trabajo, fundamentalmente, con la materia, la cual no se reduce a su estado puro sino que también puede manifestarse en objetos abandonados o rotos y que fueron hechos con cerámica. Estos procesos no son mecánicos, por el contrario, obedecen a una heurística emocional que ordena y define las investigaciones. Los conceptos o ideas de mi obra nacen en la materia misma, la encarnan. Lo emocional, lo perceptivo e intelectual se unen y generan formas y también palabras. En esas formas que van apareciendo casi sin querer siento, a veces, una nostalgia de mi tierra, del mar y la estepa, de esos charcos que se arman en las restingas y dibujan pequeños mundos descubiertos cuando baja la marea. Una imagen o un sueño, inspiración que me abre a la creación. Cada proceso de mi trabajo es un tránsito hacia la definición de la obra. En el amasado de la pasta gres se genera algo orgánico, propio del movimiento. Esos pliegues que se producen en la acción, los detengo, el fuego los petrifica. El torno es la herramienta principal, hace varios años que su lenguaje funciona con el ritmo de mi cuerpo. Las piezas de alfarería dependen de estas coordenadas sensitivas en el momento de trabajo y creación. El vacío generador de cada pieza, esa nada necesaria para que algo exista, me fue conectando con algo que fluye y se mueve, insistentemente. Algunas piezas que estoy realizando, son formas de las que una masa de color sale; las abre, algo las excede y las explota, como si fueran volcánicas. Esas piezas poderosas hablan de lo que en el interior no puede detenerse y aparece. Lo ancestral persistente que no puede reprimirse, porque siempre vuelve a brotar.